WABI-SABI Y ESTE HUMILDE BLOG

He pasado la mayor parte de mi vida siendo una perfeccionista.
Ale, ya está, lo he dicho.
Aunque los que me conocen bien no necesitan que lo diga… es bastante obvio. Me gusta el orden, la uniformidad, tengo altos estándares estéticos y me gustan las líneas rectas, los ángulos rectos y los acabados impecables. Soy muy capaz de desechar una página entera de mi agenda si no estoy contenta con el aspecto de mi escritura y cosas por el estilo.

El perfeccionismo es una búsqueda infructuosa, ya que en realidad no hay tal cosa como «perfecto». Obviamente lo sé, pero hasta hace poco, no me he molestado en aplicar ese conocimiento y abrazar la imperfección en la vida, y más específicamente en mí misma.

Por aquí siempre escribo sobre cómo con el tiempo, el mar de la vida ha redondeado y suavizado mis bordes duros, mis ángulos rectos y cosas similares, metáforas y alegorías que se utilizan cuando escribes poesía o también cuando quieres escribir cosas de una forma complicada y dando muchos rodeos sin ser claro, esto es algo que cuando maduras ya no quieres hacer aunque no te salga por falta de práctica… pero eso lo dejo para otro momento.

El caso es que con todo este revolcón de experiencias que es la vida me encontré con un concepto japonés llamado Wabi-Sabi, la aceptación de la transitoriedad y la imperfección. Expresado como estética, a veces se describe como «la belleza de lo imperfecto, impermanente e incompleto».

Leyendo sobre el tema me llamó mucho la atención esta frase: “Wabi-Sabi nutre todo lo que es auténtico reconociendo tres realidades simples… nada dura, nada está terminado y nada es perfecto». Wabi-Sabi revela la dura honestidad de los procesos naturales; envejecimiento, arrugas, decoloración, deterioro, etc. La estética del Wabi-Sabi refleja gráficamente nuestro propio viaje mortal a través de la existencia.

Un momento de encendido de bombilla, servido, no en el acabado de espejo de la estereotipada bandeja de plata, sino más bien en un tosco tazón de té japonés tallado a mano y amorosamente dorado en los lugares rotos. Como con el Kintsugi, donde los japoneses arreglando los objetos rotos, ennoblecen el daño llenando las grietas con oro. Creen que cuando algo ha sufrido y tiene una historia, se vuelve más hermoso y creo que estoy empezando a comprenderlo.

Ahora me considero un perfeccionista en recuperación, y me esfuerzo cada día por tomar nota y apreciar la belleza y la singularidad de lo que una vez percibí como defectos. Es un esfuerzo, no me malinterpretéis… pero vale la pena, un esfuerzo esclarecedor, y he descubierto que alimenta mi alma de un modo directamente opuesto a como buscando la perfección la agotó una vez.

El camino de la vida es una serie de pasos. Nuevo territorio, nuevos descubrimientos.

Tal vez una de las mayores lecciones que se pueden obtener de la imperfección en cada uno de nosotros, es la impermanencia del mundo y toda la vida que se arremolina a nuestro alrededor, aceptando que nosotros mismos estamos incompletos… y que cada uno de nosotros tiene una historia propia esperando ser contada.

A través de mi propia experiencia de escribir en este blog, de compartir mis poesías y reflexiones, he llegado a conocer esto de primera mano. Al abrirme y compartir las partes más tiernas y dolorosas de mí misma, mis aciertos y equivocaciones, esas heridas empezaron a curarse. Se transformaron. Ya no es algo que me parece débil o feo, sino que ahora me parece como ese cuenco dorado que mencioné antes… algo que sólo sirvió para hacerme más fuerte y para revelarme más de la belleza que puede tener la vida.

Más maravilloso aún, he descubierto que cuando comparto y empiezo a curarme, se produce un alegre y misterioso efecto dominó… otros son tocados y abiertos de una forma que permite su propio proceso de acceso a su sabiduría interior y ellos mismos empiezan a curarse también.

Me recuerda que hay valor en lo simple, humilde, gastado y desgastado de este mundo. Lo brillante y lo nuevo tienen mucho menos que ofrecer que lo bien usado y amado. Que las cosas que dejan pústulas, marcas y cicatrices en ti pueden convertirse en bálsamo calmante para otra persona.

Esa belleza no viene de ser perfecta… viene, en toda su gloria defectuosa, picada y deshilachada, de ser real.

Feliz Domingo

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2 respuestas a “WABI-SABI Y ESTE HUMILDE BLOG

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